Hablo de el convencimiento claro e inequívoco que todo joven debería tener de que es capaz de cambiar el mundo, pero no como algo abstracto, sino como una serie de pasos claros y concretos para actuar sobre lo que no le gusta. Hablo del famoso espíritu emprendedor. Y ese espíritu no nos lo pueden inculcar ni en la escuela ni en la universidad (aunque sean partes esenciales del proceso), sino que debe ser parte indivisible de la educación que ofrecemos a nuestros hijos, de nuestra responsabilidad como padres. Por que no olvidemos que como decía W. B. Yeats La educación no trata de llenar un cubo, sino de encender un fuego
No hace mucho hablábamos sobre cómo encender ese fuego emprendedor en nuestros hijos, pero desde un punto de vista global y de contexto. En ésta ocasión quería compartir lo que he ido aprendiendo y trabajando en cuanto aspectos concretos, pero únicamente como punto de partida para que la comunidad de lectores lo enriquezca. Me gustaría que el post se convirtiese en un compendio de consejos, ideas y propuestas que entre todos ayuden a otros padres y formadores.
¿CÓMO DETECTAR A UN NIÑO EMPRENDEDOR?
Aunque en mi opinión todos los niños son emprendedores por naturaleza, es cierto que algunos niños han desarrollado de forma innata ese carácter emprendedor, lo que en muchos casos y si no somos conscientes de ellos puede hacerles ganar la etiqueta de “niño problemático”.
Estos son algunos de los signos que nos pueden ayudar a detectarlos, aunque seguro que sus padres ya los tildan de “inquietos”:
Se trata de niño obstinados, que nunca quedan satisfechos con con la explicación que le hemos dado y quiere comprobar por sí mismos si es así.
Son niños que no suelen encajar en la escuela, y en muchos casos los diagnostican como hiperactivos (en realidad simplemente es que se aburren con una educación que no les deja experimentar ni cuestionar los conocimientos establecidos)
Tienen genuinas ganas de cambiar el mundo, y no se contentan con señalar lo que no “funciona” de él, sino que se ponen a idear formas de arreglarlas (por absurdas que estas sean confrontadas con el mundo “real”)
Son niños que desde pequeños están interesado en entender cómo funcionan las cosas, y sobre todo cómo funciona el dinero (cómo se gana, cuanto gana su padre y madre, por qué no cobran más, por qué el padre del vecino gana más..)
ELEMENTOS SOBRE LOS QUE TRABAJAR: ACTITUD
Vamos a intentar recoger aquí los puntos que yo creo son claves para inculcar una actitud correcta en los niños (me atrevería a quitar la palabra “emprendedor”, ya que yo las entiendo como necesarias para cualquier persona).
Equivocarse y aprender: Creo que aunque como padres hablamos mucho sobre la importancia de dejar que los niños se equivoquen, a la hora de la verdad no les dejamos. Como hablábamos hace unos días al hilo de la educación emprendedora, debemos dejar que asuman riesgos y se equivoquen (siempre que no implique grandes peligros), y luego jamás acudir al “ya te lo dije”, sino preguntarles “¿Qué has aprendido?” y luego “¿pues entonces ha valido la pena aprenderlo, no?
Salir de su zona de confort: En la vida actual, con la carga de trabajo y cansancio que llevamos los padres utilizamos los ratos que podemos pasar con nuestros hijos para descansar y disfrutar de ellos con entornos controlados y conocidos. Aunque es agradable, debemos desafiar a nuestros hijos y obligarles periódicamente a salir de su zona de confort, ya sea viajando a lugares nuevos, haciendo actividades o deportes que nunca antes habían hecho… etc. Aunque al principio les resultará complicado, poco a poco les costará menos salir de sus zonas de confort.
Incentivar la curiosidad: Muchas veces tendemos a dar respuestas cerradas a nuestros hijos cuando nos preguntan cómo funciona algo, de forma que ellos se conforman (o se aguantan) con nuestra explicación. En lugar de eso es mejor ayudarles a razonar y a hacerse preguntas, diciéndole: “¿Tú como crees que funciona?”o “por qué crees que es así?”. Esto también supone que esa maravillosa época donde nuestros hijos preguntan 1000 veces “¿por qué?” no les contestemos con malos modos, sino que les ayudemos a pensar y encontrar sus propias respuestas.
Seguridad: Un tema espinoso, pero posiblemente muy obvio. Para explorar, cuestionarse su entorno y atreverse a cambiarlo un niño debe sentirse seguro y cómodo… de forma que jamás bajo ningún concepto deberíamos reírnos de sus toscos intentos o enfadarnos por que no consigan hacer las cosas a la primera…. ya que se cerrarán. La paciencia y una expresión de amor incondicional (tanto si lo hacen bien como si lo hacen mal) son claves.
Acostumbrarse a la incertidumbre: Una de las derivadas de todo lo anterior es que debemos hacer que nuestros hijos no se sientan excesivamente incómodos con la incertidumbre, ya que posiblemente esta es una de las compañeras más habituales del emprendedor. Poco a poco si perseveramos, desafiamos sus capacidades y se acostumbran a salir de su zona de confort acabaran sintiéndose algo más cómodos con la incertidumbre.
Fijarse objetivos: Nuestros hijos, como es normal para su edad, están acostumbrados a pensar a muy corto plazo y de forma más o menos oportunista. Aunque cuanto más mayores se hacen más conscientes se hacen de la necesidad de tener metas, deberíamos ayudarles a establecer objetivos (por ejemplo “ahorrar para comprar el coche que les gusta” o “aprender a patinar”), y sobre todo, animarlos a ellos e incentivarlos al principio con pequeñas recompensas.
Tenacidad, esfuerzo y resistencia al fracaso: Sin duda una de las lecciones más duras de la vida es aprender a pelear por lo que queremos, perseverar cuando todo se hace cuesta arriba y levantarnos tras fracasar. Para un niño emocionalmente inmaduro es todavía más complicado, pero debemos dejarles claro que si quieren algo y pelean por ello podrán conseguirlo, no importa lo que les diga la gente de su entorno. En este punto es casi más importante el camino que el hecho de que realmente lo consigan, ya que lo importante es que los apoyemos incondicionalmente, sin cuestionarlos… (algo muy difícil dado que siempre matizamos su futuro con nuestro pasado, olvidando que su futuro está por escribir).
Uno de los elementos más difíciles es el mantener un balance correcto entre el incentivarlos y motivarlos sin caer en ser pesados. Es una tarea complicada, pero para mi la clave es incomodarlos un poco (sin dejarlos que se acomoden) pero ser conscientes de su estado de ánimo, cansancio y protestas, para saber cuándo es el momento de darles un abrazo y no insistir. Para mi el punto de inflexión es sencillo pero muy difícil:
La clave es que todo el proceso sea divertido, un juego en el que nos lo pasemos toda la familia bien. En el momento que es una carga o una obligación habremos perdido la batalla.
Fuente: Blog de Javier Megías