Según un estudio de la Universidad Complutense, alrededor de un 60 por ciento de nuestros universitarios están considerando una oposición como principal salida profesional y tan sólo un 1,6 por ciento considera la opción de emprender. Unos pocos estudiosos, conscientes de lo que implica esta estadística, han dado la voz de alarma en los últimos meses y la verdad es que no es para menos. Sin embargo, teniendo en cuenta lo mal informados y orientados que están nuestros jóvenes en materia de opciones de futuro, y que la tasa de paro para menores de 30 años a escala nacional supera ya el 50 por ciento. ¿Quién puede culparles?
Uno de los argumentos más recurrentes para explicar los motivos de esta estadística o de nuestras bajas tasas de creación de nuevas empresas, suele ser la manida «alta aversión al riesgo» de la sociedad española. Sin embargo, dicha afirmación tiene más de «cliché» que de hecho contrastado y veraz.
Estudiemos la oportunidad laboral considerada como «más segura» por la mayoría de los españoles: opositar.
En la actualidad, como bien concluyó en julio de 2011 Manuel Bagues, investigador del programa Ramón y Cajal y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid, al cabo de cinco años, únicamente consiguen obtener plaza cerca del 20 por ciento de los candidatos a una oposición, un 30 por ciento sigue presentándose y cerca del 50 por ciento abandona. Además; ese mismo año el número de plazas habían sido reducidas casi a la mitad, y muchas de estas habían incrementado su número de candidatos en casi un 50 por ciento. Teniendo todo esto en cuenta, es fácil ver por qué Bagues concluye que en la mayoría de las oposiciones, las tasas de éxito anuales apenas superaban el 2 por ciento.
A partir de estos datos, es lógico asumir que a día de hoy el número de candidatos a cada oposición se haya incrementado y la oferta reducido. Con todas estas premisas, no sólo se verán claramente minadas las tasas de éxito anuales, sino que las ya elevadas inversiones en tiempo y dinero que conlleva sacarse una oposición se dispararán. Añadámosle los importantes recortes salariales y despidos que han repercutido sobre el empleo público en los últimos dos años. Con esto encima de la mesa, es fácil concluir que la supuesta «seguridad» que ofrecía el empleo público ha perdido casi todo su afamado atractivo.
Exploremos ahora la segunda oportunidad laboral más buscada: trabajar para una gran empresa.
Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), el número de parados asciendió a 5.693.000. Si comparamos esta cifra con las 3.801 empresas con más de 250 empleados de nuestro país que tenía registradas el Directorio Central de Empresas (DIRCE) a fecha 1 de enero de 2012, esto implicaría que cada una de estas empresas tendría que contratar a 1.484 personas para acabar con el paro. En términos absolutos, esto equivaldría a que duplicaran sus actuales plantillas. Independientemente de la situación económica actual, es ilógico pensar en las grandes empresas como principales generadores de empleo.
Veamos entonces una oportunidad laboral generalmente considerada como menos prestigiosa: trabajar para una Pyme. Como señala el Estudio sobre las pymes con forma societaria, coordinado por Juan A. Maroto, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, el 99’9 por ciento de las unidades empresariales son pequeña o mediana y son responsables del 79,1 por ciento del empleo total. Claramente esto las posiciona como una buena salida para nuestros jóvenes.
Sin embargo, también hay malas noticias en este ámbito. La natalidad de empresas ha caído más de un 40 por ciento desde 2007. No hay que ser doctorado en estadística para ver una correlación entre esta caída y el notable incremento de la tasa de paro especialmente entre los más jóvenes. Está claro que hay que generar nuevas empresas. De hecho, si fuera posible que los 3.064.494 cotizantes en el Régimen General de Trabajadores Autónomos contrataran a 1,84 parados cada uno acabaríamos con el paro. Aunque esta premisa no sea más que una utopía, desde luego es estadísticamente mucho más probable que esperar a que la solución venga de las administraciones públicas o las grandes empresas.
La realidad es que a día de hoy la EPA registra 942.000 empleadores y eso no es suficiente. Si nos basamos en el estudio de Harvard titulado «Performance Persistence in Entrepreneurship», la tasa de éxito para emprendedores que montan su primera empresa se sitúa en un 17,1 por ciento, una probabilidad muy superior a la de obtener un empleo público.
En definitiva, la manida «aversión al riesgo» de la población española roza la falacia puesto que en realidad no es más que repulsión a afrontar la nueva realidad a la que nos exponemos: El trabajo «seguro» ha muerto para siempre, y lo que toca ahora es emprender. Los riesgos e incertidumbres son inherentes a la vida misma, hoy más que nunca, el que no arriesga, no crece y lo que no crece, está abocado al fracaso. Nos toca ser héroes.
José María Cobián, socio de Okuri Ventures y CEO de Tetúan Valley.
Fuente: ABC/Opinión 25/10/2012 por José María Cobian
No hay comentarios:
Publicar un comentario